FT Alphaville es un fanático de la historia económica: no sólo porque suele ser una lectura fascinante, sino porque también desempeña un papel esencial a la hora de poner de manifiesto cómo los cambios en el entorno político, social y tecnológico han influido en el crecimiento, así como en el pensamiento económico y la formulación de políticas.
Así que hemos observado con cierto interés que numerosos economistas oficiales y del sector privado recurren cada vez más a conjuntos de datos basados en series temporales económicas muy largas. Sin embargo, pocos pueden igualar al del Banco de Inglaterra, que reúne casi un milenio de datos económicos que se remontan hasta 1086.
¿Qué utilidad tiene esta información? Empezaremos por decir que no es necesario que algo se relacione con la actualidad para que merezca la pena conocerlo. A veces es tan sencillo como que las cosas sean interesantes en sí mismas.
En cuanto a la utilidad para aprender de los errores del pasado, está claro que hay algunos períodos más relevantes que otros. La economía victoriana, por ejemplo, tenía muchas más características de la economía actual -como los ciclos económicos y la industrialización- que las economías que la precedieron. Pero hay lecciones perfectamente válidas extraídas de periodos muy anteriores que nos hablan de fenómenos que nos afectan hoy en día. El envilecimiento de la moneda, por ejemplo, fue una característica de la economía romana, a la que algunos culpan incluso de la caída del Imperio. En realidad, tal vez sea un mal ejemplo dada la falta de inflación en estos momentos, pero ya nos entiendes.
FT Alphaville, sin embargo, tiene preocupaciones más profundas sobre la exactitud de los datos. Incluso si se dejan de lado los signos de interrogación sobre la exactitud de las mediciones de las variables, se tropieza con el problema de que algunos de los conceptos surgieron hace relativamente poco tiempo.
En su historia del PIB, Diane Coyle escribe que el concepto se introdujo en la década de 1940 (aunque hubo precursores que se remontan al siglo XVIII). Entonces, ¿cómo es posible que tengamos lecturas que se remontan a siglos anteriores? El Banco de Inglaterra sortea en parte el problema utilizando medidas de producción sectorial para el periodo comprendido entre 1270 y 1870:
El Banco, sin embargo, pretende tener una medida del PIB inglés que se remonta a 1086. Lo descartamos en cierto modo, ya que, por lo que podemos discernir de los propios datos, el «crecimiento» no era algo que las economías hicieran en gran medida en los siglos anteriores a la era industrial:
Por eso, probablemente, nadie se molestó en medirlo.