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Según un estudio publicado esta semana (29 de enero) en Nature Communications, ser un madrugador o un búho nocturno depende en parte de su genoma.
Al analizar casi 700.000 genomas humanos disponibles en el Biobanco del Reino Unido y en la empresa de pruebas genéticas para consumidores 23andMe, y al comparar los resultados con las preferencias de sueño declaradas, un equipo internacional de investigadores identificó más de 350 variaciones asociadas a ser una persona madrugadora. Otros análisis realizados a partir de los patrones de actividad registrados por dispositivos de más de 85.000 de estos participantes revelaron que las personas portadoras del mayor número de variantes genéticas relacionadas con ser madrugador se acostaban una media de 25 minutos antes que las que portaban el menor número de ellas.
El equipo pasó a estudiar las posibles funciones de estas variantes genéticas y descubrió que muchas tenían funciones de regulación de los ritmos circadianos. Algunas eran activas en el cerebro, mientras que otras lo eran en la retina. Uno de los genes participa en las respuestas del organismo a la cafeína y la nicotina. Pero, según explica a The New York Times el coautor Michael Weedon, bioinformático de la Universidad de Exeter (Reino Unido), «los más interesantes son los que no sabemos qué son».
Los investigadores hallaron vínculos entre las preferencias de sueño de las personas, o cronotipos, y su salud mental, ya que los que se identificaban como matutinos eran menos propensos a declarar que padecían depresión o esquizofrenia y registraban mayores niveles de bienestar general. Pero el cronotipo no es una variable simple, dice a la CNN Suzanne Hood, profesora asistente de psicología en la Universidad Bishop de Quebec, que no participó en el estudio, y los estudios futuros deberían tener en cuenta los matices del fenotipo. «Sería interesante hacer un seguimiento de estos hallazgos con otro tipo de métodos que puedan rastrear las variables del sueño con más precisión».