La religión es esencial para una sociedad vibrante y democrática
La religión es vital para la democracia
«no tienen un gobierno armado con un poder capaz de contender con las pasiones humanas desenfrenadas por la moral y la religión». – John Adams
La instrucción y las creencias religiosas siguen siendo hoy en día la savia de la moral de la sociedad. La religión no sólo enseña la virtud, sino que cataliza la acción moral. Como tal, la religión desempeña un papel social esencial que merece una consideración especial. Este papel fue descrito acertadamente por un economista chino que estudiaba la democracia en Estados Unidos. «En el pasado», explicó el economista, «la mayoría de los estadounidenses asistían a una iglesia o sinagoga cada semana. Allí, desde sus años más jóvenes, se les enseñó que debían obedecer voluntariamente la ley; que debían respetar la propiedad ajena y no robarla. Te enseñaron a no mentir nunca y a respetar la vida y la libertad de los demás igual que la tuya. Los estadounidenses seguían estas normas porque habían llegado a creer que, aunque la policía no les pillara cuando infringían una ley, Dios les pillaría. La democracia funciona porque la mayoría de la gente obedece voluntariamente sus leyes»
Estas observaciones cualitativas son corroboradas por la investigación cuantitativa. Muchos estudiosos han reunido pruebas empíricas que trazan la fuerte correlación entre la observancia religiosa contemporánea en Estados Unidos y el comportamiento virtuoso. Por ejemplo, los ciudadanos religiosamente observantes tienden a ser vecinos más generosos y cívicos. Según las estimaciones, más del 90% de los que asisten a los servicios religiosos semanales hacen donaciones a la caridad, y casi el 70% son voluntarios para causas benéficas.
Algunos elogian estas buenas obras, pero intentan marginar las creencias y prácticas que las motivan. Estos esfuerzos son desafortunados. Las distintas creencias y prácticas religiosas son fundamentales para las acciones morales que suscitan. Abundan los ejemplos de fe religiosa que inspiran a las comunidades a realizar profundos actos de caridad y servicio desinteresado. Estas contribuciones positivas subrayan la necesidad de preservar el derecho humano fundamental de la libertad religiosa.
De hecho, preservar la libertad religiosa también tiene sus beneficios. Junto con otras libertades, la libertad religiosa impulsa el progreso socioeconómico de la sociedad y reduce los conflictos violentos. En consecuencia, las sociedades tienen más probabilidades de prosperar cuando los ciudadanos tienen esta libertad para expresar sus creencias más profundas y sus ideales más elevados. En resumen, tanto la religión como la libertad religiosa contribuyen a una sociedad más pacífica, estable y caritativa.
La protección constitucional de la religión
Para que se produzcan todos estos efectos, la protección de la libertad religiosa debe extenderse más allá del culto. La libertad religiosa debe incluir la protección de la expresión pública por motivos morales o religiosos. Las personas de fe y las instituciones de base religiosa siguen desempeñando un papel importante en la configuración de las cuestiones sociales y morales a través de los canales democráticos adecuados. Al igual que otras organizaciones y causas dignas, las personas e instituciones religiosas merecen ser escuchadas en la esfera pública; no deben silenciarse ni las voces religiosas ni las seculares.
Por supuesto, la adaptación de la libertad religiosa no socava otros intereses cruciales de la sociedad. La cláusula de libre ejercicio de la Constitución de los Estados Unidos protege la religión en América, pero no el extremismo religioso que amenaza a otros. El gobierno puede imponer, y de hecho lo hace, restricciones razonables para proteger la salud y la seguridad de los ciudadanos en una sociedad pluralista. Sin embargo, el proceso legal y legislativo proporciona un medio para proteger, dar forma y definir continuamente la libertad religiosa para que no sea anulada. Aunque las protecciones razonables son bienvenidas, deben respetar la sana separación entre el gobierno y la religión que permite que ésta prospere.
De hecho, la adecuada separación de la Iglesia y el Estado tiene el efecto de fortalecer las instituciones religiosas y la comunidad en general. Para ejercer su influencia positiva, las organizaciones e individuos religiosos deben mantener un espacio frente al gobierno -físico, social y legal- para practicar libremente su fe. Esto permite a las instituciones religiosas expresar su mensaje, determinar quiénes son y vivir sus convicciones de forma significativa. El espacio religioso debe seguir siendo respetado, y la religión no debe ser secuestrada.
Apropiación de la primera libertad
Desgraciadamente, el espacio religioso se ve cada vez más reducido por la visión de que la religión es un asunto puramente privado. Esta tendencia es desconcertante, especialmente para las personas de fe.
A pesar de esta invasión, el papel de la religión en la sociedad sigue siendo indispensable. El comentarista del siglo XIX sobre la democracia Alexis De Tocqueville dijo: «Cuando cualquier religión ha echado raíces profundas dentro de una democracia… consérvala cuidadosamente como la herencia más preciada». La religión sigue siendo hoy en día la herencia más preciada. Preservar adecuadamente esta herencia requerirá un renovado respeto por la libertad religiosa y los principios democráticos que la sustentan. Este respeto llegará más rápidamente a medida que los individuos y los gobiernos comprendan y reconozcan el lugar vital de la religión en la sociedad.
Clayton M. Christensen, «The Importance of Asking the Right Questions» (discurso de graduación, Southern New Hampshire University, Manchester, N.H., 16 de mayo de 2009).
Véase Robert D. Putnam y David E. Campbell, American Grace: How Religion Divides and Unites Us (Nueva York: Simon Schuster, 2010), 461.
Arthur C. Brooks, «Religious Faith and Charitable Giving», Policy Review (octubre de 2003). Estadísticas similares se encuentran en «Faith Matters Survey 2006», citado en American Grace: How Religion Divides and Unites Us.
Véase Brian J. Grim y Roger Finke, The Price of Freedom Denied (Nueva York: Universidad de Cambridge, 2011) y Brian J. Grim, «Religious Freedom: Good for What Ails Us», The Review of Faith & International Affairs 6, nº 2, 3-7.
Alexis De Tocqueville, Democracy in America, trans. y ed. Harvey C. Mansfield y Delba Winthrop (Chicago: University of Chicago Press, 2000), 519.