Décadas de investigación científica demuestran que la forma en que damos sentido a las situaciones puede hacernos vulnerables a una ansiedad inútil y desproporcionada. Cuando nuestro entorno es intrínsecamente ambiguo, abierto a la interpretación y a resultados desconocidos, nuestras interpretaciones importan. Importan mucho. La ambigüedad genera ansiedad; más aún cuando los «hechos» cambian cada hora. Las interpretaciones importan aún más cuando conducen al prejuicio y a la discriminación directa, como hemos visto contra los individuos de ascendencia asiática.
Desde la neurociencia de la sobregeneralización del miedo, sabemos que nuestro hipocampo se esfuerza por procesar información ambigua y contextual, y que nuestro córtex prefrontal ventral medial utiliza esta información para intentar inhibir las áreas cerebrales asociadas al miedo (por ejemplo, la amígdala). Todos sentimos este proceso de empuje y arrastre en nuestros cerebros a medida que avanzamos en nuestros días y luchamos por recuperar el control. Sentimos la necesidad de controlar situaciones incontrolables. Los mensajes sobre la recuperación de este escurridizo control se están agotando: lávate bien las manos; no te des la mano; no te toques la cara; no vayas a trabajar si estás enfermo; utiliza el distanciamiento social.
La ansiedad y el miedo tienen un valor de supervivencia: preparar y proteger. Entonces, ¿qué más podemos hacer para no dejar que los miedos COVID-19 pasen de ser útiles a ser perjudiciales? O que nos lleven al descuido o a la complacencia? Las herramientas de la psicoterapia basada en la evidencia destacan los principios clave. Observa los pensamientos y comportamientos inútiles. Preocuparse por la tos de su compañero de trabajo puede conducir a cambios positivos en la oficina; sin embargo, si continúa, pregúntese: «¿Es esto útil?» La preocupación que conduce a la resolución activa de problemas o al afrontamiento adaptativo es útil. La preocupación que conduce a más preocupación no lo es. Incorpore formas de frenar el tiempo que dedica a las preocupaciones inútiles. Haga que su consumo de medios de comunicación sea intencionado; restrinja su tiempo y sus fuentes cada día. Aumente las actividades que le aporten relajación y felicidad. Utilice el tiempo que dedica a los desplazamientos para leer, hacer ejercicio o realizar alguna otra actividad agradable.
Por último, lo más importante es que acepte que se trata de una época cargada de ansiedad y miedo. Está bien reconocerlo; si un ser querido baja con fiebre alta, usted se va a asustar. Es bueno reconocer que el riesgo no nos afecta a todos por igual, y que hay una amplia gama de capacidades para actuar fuera de nuestras zonas de confort. Sé amable contigo mismo y con los demás que puedan sentirse ansiosos. Un poco de apoyo hace mucho. Búscalo. Proporciónalo. Tal vez, sólo tal vez, podamos continuar con estos comportamientos incluso después de que este brote haya quedado atrás. Después de todo, se reducen a una forma más equilibrada y amable de dar sentido a las ambigüedades de la vida.