Reader’s Digest señala que el agua que se deja durante la noche en un recipiente abierto no es precisamente higiénica debido a la cantidad de polvo, residuos o incluso insectos que se posan en ella, lo que puede dejar una asquerosa espuma en la superficie. Incluso los recipientes cerrados no son del todo seguros, porque cualquier cosa que esté en nuestra piel -sudor, polvo, células de la piel o cualquier tipo de secreción como saliva o mucosidad- puede acabar en la botella una vez que tomamos el primer sorbo.
«Si se deja incubar durante horas, eso podría contaminar el agua y enfermar al reintroducir esas bacterias», advierte el doctor Marc Leavey, que sugiere consumir la botella de una sola vez y luego tirarla. Sin embargo, como se trata de tus bacterias, es probable que no enfermes por ello. Pero no se aconseja compartir las botellas con otras personas, por razones obvias.
Si dejas una botella de agua a la luz directa del sol, como en tu coche, por ejemplo, el calor podría hacer crecer las bacterias. Asimismo, algunas botellas de plástico contienen sustancias químicas como el BPA, que puede pasar al agua si se expone a la luz solar. Algunas investigaciones relacionan el BPA con determinados problemas de salud, como el aumento de la presión arterial, por lo que es conveniente evitar cualquier exposición adicional.