¿Por qué siento que mi hijo me odia?

Imagina en tu mente que eres un nuevo padre con tu bebé en brazos. Tienes visiones de una relación perfecta con tu hijo y ves este hermoso futuro. Avanza unos años y tu bebé está ahora en la escuela primaria o incluso en la secundaria. Mientras te aferras a esas visiones que una vez tuviste de abrazar a tu bebé, la sensación de una relación perfecta parece fugaz. Su hijo se siente distante, frío e incluso emocionalmente volátil. Es bastante común y natural que un padre reaccione ante su hijo culpándose a sí mismo como si hubiera algo intrínsecamente malo en él como padre. Es igualmente natural que un padre se pregunte «¿cuál es el problema de este niño?». Puede que incluso se le haya pasado por la cabeza la pregunta: «¿por qué parece que mi hijo me odia?».

He trabajado con muchas familias con quejas similares relacionadas con la preocupación por la dinámica de la relación entre ellos y su hijo. Desesperados por el amor, el respeto o una combinación de ambos, los padres acuden a terapia con la esperanza de calmar el malestar experimentado dentro de la relación padre-hijo. La forma en que se forman vínculos saludables dentro de las relaciones se basa en la receptividad y la respuesta a sus necesidades físicas y emocionales por parte de su cuidador durante la infancia.

En este punto probablemente te estés preguntando algo parecido a «Genial… Ahora qué puedo hacer….» Lo maravilloso de restaurar un apego sano y la razón por la que me apasiona el trabajo que hago con mis clientes es que siempre hay esperanza. A continuación se presentan cuatro consejos útiles para formar, restaurar y mantener una relación sana con su hijo sin importar la edad.

Detenga, deje caer y escuche

Vivimos en una sociedad de ritmo rápido, constantemente en movimiento y conectada a la tecnología. No es de extrañar que esto pueda afectar a la relación entre padres e hijos. La construcción de un apego saludable con su hijo comienza con el establecimiento de que son seguros para acercarse a usted con sus necesidades y usted a su vez será receptivo. Ayudar a tu hijo a entender esto significa prestarle toda tu atención. Deje de hacer lo que está haciendo, deje cualquier distracción (por ejemplo, el teléfono) y escuche. Lo que estaba haciendo antes puede esperar, pero la oportunidad de establecer una conexión con su hijo debe tener prioridad.

Sea coherente y claro con los límites

Aunque parezca que se resiste, su hijo o adolescente necesita una estructura. Esto se consigue manteniendo constantemente sus límites y expectativas. Empiece por dejar claras las preocupaciones, las expectativas y los límites de forma verbal. Su hijo o adolescente no conocerá sus expectativas si usted no se las comunica (no leen la mente). Una vez que haya comunicado sus expectativas o límites, manténgalos y sea coherente en todo momento. ¿Nada de teléfonos en la mesa? Da el ejemplo con tu propio comportamiento y mantén tus recordatorios firmes pero suaves. Establecer un límite firme no tiene por qué acabar en una pelea a gritos en la que tu hijo sólo recuerde el estrés de la interacción y no el límite en sí.

Cree interacciones intencionadas

Cultivar la conexión con su hijo requiere una acción intencionada. Intente reservar un tiempo cada día en el que lo único que haga sea conectar con su hijo o adolescente con algo que le guste. Tal vez sea un juego, una manualidad o incluso simplemente hablar de un tema que les guste. Sus acciones intencionales serán recordadas positivamente y ayudarán a su hijo a establecer una resistencia contra la vergüenza, lo que nos lleva al siguiente consejo importante.

Lucha contra el monstruo de la vergüenza

Ya sean los dibujos con rotulador en la pared de su hijo pequeño, o la tarea de álgebra que le falta a su hijo adolescente, puede ser fácil reaccionar. Usted quiere lo mejor para su hijo y hará todo lo posible para que tenga éxito. Sin embargo, cuando damos una reacción punitiva, desencadenamos una respuesta de lucha o huida y dañamos el apego. La asociación para el niño ya no es que su padre sea un guía seguro y solidario, sino que es un ejecutor de la vergüenza. Es instintivo evitar la vergüenza por todos los medios posibles, y para su hijo, esto puede tomar la forma de mentir, actuar o incluso empeorar el comportamiento. Para combatir el monstruo de la vergüenza, invierta en el valor intrínseco de su hijo. Apoye a su hijo en sus puntos fuertes, mantenga un enfoque suave y cree un espacio para la gracia. Su hijo necesita saber primero que es aceptado incondicionalmente antes de dar los pasos hacia el cambio.

Ya sea que tenga un niño pequeño o un adolescente, pruebe estos consejos. Se sorprenderá de lo efectivo que puede ser tomarse el tiempo para frenar y escuchar a su hijo. Tenga paciencia no sólo con su hijo, sino también con usted mismo. Es probable que tenga que trabajar en el cambio de algunos comportamientos y patrones que han estado en juego durante algún tiempo. Sin embargo, no importa la dificultad, siempre hay esperanza para que usted y su hijo construyan una relación sana y conectada.

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