Evan MacLean, antropólogo y psicólogo de la Universidad de Arizona, cree que las hormonas pueden ser, al menos, parcialmente responsables. Él y su equipo publicaron recientemente un estudio en Frontiers in Psychology, donde analizan la relación entre las hormonas vasopresina y oxitocina y el comportamiento social canino. El equipo descubrió que los perros que tienen un temperamento más uniforme tienden a tener más oxitocina en la sangre, mientras que los que son más agresivos tienen más vasopresina. Sin embargo, MacLean reconoce que las hormonas son sólo una parte del problema. Muchos perros se vuelven agresivos cuando se sienten amenazados de alguna manera. Para algunos perros, incluso la visión de otro canino es suficiente para sentirse amenazado. Otros perros sólo responden de forma agresiva si un compañero canino invade su territorio, intenta reclamar el dominio o parece competir por recursos como la comida o los juguetes. En algunos casos, dos perros pueden estar simplemente en un choque de personalidades, lo que puede ocurrir en la sociedad canina al igual que ocurre entre los humanos.
Algunos perros pueden ser más propensos a la agresión debido a su temperamento, historia o situación. Si su perro tuvo una mala experiencia con otros perros cuando era joven, e incluso si sus primeros dueños no socializaron con otros perros, puede tener miedo de otros perros y, por tanto, ser más agresivo de adulto. Algunos perros también tienden a sentirse más inseguros cuando están atados o cercados, lo que les hace más agresivos con otros perros cuando están en esas situaciones. Independientemente del origen del conflicto, la agresión en sí es un intento del perro agresor de reclamar o recuperar el dominio. Esto rara vez ocurre de forma repentina. La mayoría de los perros dan una señal de advertencia a otro perro, como un gruñido o el enseñar los dientes, para mostrar que el comportamiento del otro perro no está bien. Por lo general, esto sólo se convertirá en una agresión si el otro perro no muestra sumisión.