Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Revolucionario Institucional español, partido político mexicano que dominó las instituciones políticas del país desde su fundación en 1929 hasta finales del siglo XX. Prácticamente todas las figuras importantes de la política nacional y local mexicana pertenecían al partido, ya que la designación de su candidato a un cargo público equivalía casi siempre a la elección. Originalmente llamado Partido Revolucionario Nacional, el partido fue rebautizado como Partido de la Revolución Mexicana en 1938 y tomó su nombre actual, Partido Revolucionario Institucional (PRI), en 1946.
El PRI fue fundado por el ex presidente Plutarco Elías Calles y sus seguidores en un periodo de conflicto con la Iglesia Católica Romana, rebelión en el ejército y disputas con Estados Unidos. En efecto, el partido representaba la institucionalización de la nueva estructura de poder que había surgido como resultado de la Revolución Mexicana (1910-20), una coalición de jefes político-militares regionales y locales y de líderes obreros y campesinos. Esta coalición gobernante buscaba una evolución más conservadora (aunque a menudo bajo ropajes «revolucionarios») y una mayor estabilidad en el gobierno. En el nuevo sistema de partido-estado que surgió, el control del partido llegó a concentrarse en el Comité Ejecutivo Central, cuyo jefe era seleccionado por el presidente de México y al que se le encomendaba la tarea de aprobar las candidaturas del partido para todos los cargos electivos importantes en México, excepto la presidencia. El presidente en funciones, que según la Constitución mexicana sólo podía ejercer un mandato, elegía a su propio sucesor. El Comité Ejecutivo Central se convirtió en el responsable de imponer un entendimiento común entre los funcionarios estatales y nacionales y entre los diversos grupos del partido.
La creación del PRI desplazó el poder de los caciques político-militares a las unidades estatales del partido y a los sectores del partido que representaban a los campesinos, los trabajadores urbanos y los militares. El presidente Lázaro Cárdenas (1934-40) reforzó la autoridad del ala campesina del partido y equilibró los sectores partidistas existentes con un llamado sector popular que representaba a grupos tan dispares como los funcionarios, los profesionales, los pequeños empresarios, los pequeños agricultores, los artesanos, los jóvenes y las mujeres. El gobierno priísta dirigido por Cárdenas también concedió asilo al revolucionario soviético León Trotsky. A principios de la década de 1940 se disolvió el ala militar del partido y se animó a sus miembros a unirse al sector popular, que se convirtió en el más numeroso del partido. Bajo las reformas del partido de Cárdenas, el PRI estableció un amplio sistema de patrocinio que repartía beneficios a varios grupos a cambio de apoyo político. Cárdenas también atrajo el apoyo del partido al introducir la reforma agraria y nacionalizar la industria petrolera (1930). Aunque el PRI pudo contar con el apoyo entusiasta de amplios sectores de la población, cuando fue necesario utilizó la represión y, según sus críticos, el fraude electoral para consolidar su posición. Por ejemplo, reprimió violentamente las protestas estudiantiles en la década de 1970 y fue acusado de amañar varias elecciones en las décadas de 1980 y 1990.
A finales de la década de 1970, el monopolio político del partido se vio seriamente cuestionado cuando los partidos de la oposición ganaron algunos escaños en la Cámara de Diputados, la cámara baja de la legislatura mexicana. El PRI siguió siendo mayoritario, pero continuó perdiendo escaños en el Congreso en elecciones posteriores. En 1988 los candidatos de la oposición ganaron 4 de los 64 escaños del Senado, la primera vez en 59 años que el PRI reconocía haber perdido una elección al Senado; y en las elecciones presidenciales de ese año la victoria del candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, fue por el margen más estrecho de la historia y despertó las acusaciones de todos los grupos de oposición del país de que el partido había recurrido al fraude para mantener la presidencia. En consecuencia, Salinas introdujo reformas electorales, desestimadas por algunos grupos de la oposición como demasiado tímidas, y los disidentes dentro del PRI comenzaron a hacer campaña por una mayor democracia intrapartidaria; en particular, algunos dentro del PRI querían alterar radicalmente el proceso de selección de candidatos para eliminar el poder absoluto de un puñado de élites del partido. En 1989, el PRI perdió las elecciones a gobernador en Baja California Norte, su primera derrota como gobernador. Varios estados eligieron gobernadores no priístas a mediados y finales de la década de 1990, y en 1997 un candidato no priísta obtuvo la alcaldía de la Ciudad de México.
Además de las reformas electorales, Salinas introdujo reformas económicas de gran alcance que liberalizaron la economía y privatizaron algunas empresas estatales (por ejemplo, los bancos mexicanos), y negoció un pacto de libre comercio con Estados Unidos y Canadá. El gobierno de Salinas también aprobó leyes que reformaron los sistemas educativo y agrícola y concedieron el reconocimiento legal a la iglesia católica romana (que había sido despojada de su estatus en 1917).
En 1994, el sucesor elegido por Salinas, Luis Donaldo Colosio Murrieta, fue asesinado mientras hacía campaña, y el partido eligió posteriormente como candidato presidencial a Ernesto Zedillo, un secretario del gabinete que había ayudado a equilibrar el presupuesto de México y a mejorar la tasa de alfabetización del país durante la década de 1990. Aunque Zedillo ganó cómodamente, su margen de victoria fue el más estrecho de la historia del PRI en unas elecciones presidenciales. Zedillo instituyó varias reformas destinadas a acabar con la corrupción política y promover elecciones más libres. En las elecciones intermedias del mandato de Zedillo, el PRI no pudo conservar la mayoría en la Cámara de Diputados por primera vez.
En 1999, Zedillo rompió con la tradición al negarse a nombrar un sucesor. Posteriormente, el PRI celebró sus primeras primarias presidenciales, que los críticos tacharon de fraudulentas. En 2000, Francisco Labastida, el candidato del PRI, fue derrotado por Vicente Fox, del Partido de Acción Nacional (PAN). Zedillo dejó el cargo ese mismo año, poniendo fin a un periodo de 71 años de gobierno ininterrumpido del PRI. Sin embargo, el partido mantuvo el control de numerosos gobiernos estatales y locales y continuó siendo una fuerza importante en ambas cámaras de la legislatura nacional. En las elecciones intermedias de julio de 2009, el PRI volvió a ganar el mayor número de escaños en la Cámara de Diputados. En 2012 el partido recuperó la presidencia con la elección de Enrique Peña Nieto. Sin embargo, en las elecciones nacionales de 2018, el candidato presidencial del PRI quedó en un lejano tercer lugar y la representación del partido en ambas cámaras del Congreso se desplomó.