¿Qué es un nuevo paradigma?
En el mundo de las inversiones, un nuevo paradigma es un nuevo concepto, idea o forma revolucionaria de hacer las cosas que sustituye a las antiguas creencias o formas de hacerlas. Puede provenir de un acontecimiento político o económico, de un nuevo hallazgo en el mundo académico, de una nueva tecnología o innovación, de un nuevo negocio o líder empresarial, o de otro acontecimiento importante. Las ideas o conceptos del nuevo paradigma son tan revolucionarios que muchas personas creen que cambiarán nuestra forma de pensar y actuar en el futuro.
El nuevo paradigma tiene sus raíces en la idea de un cambio de paradigma en la ciencia, en el que la tecnología o los nuevos descubrimientos cambian completamente la forma en que la gente piensa o interactúa con un tema.
Las claves
- Un nuevo paradigma es una nueva forma de pensar o de hacer las cosas que sustituye a la antigua.
- Los nuevos paradigmas en el mundo bursátil pueden significar un gran potencial de beneficios a medida que los inversores se amontonan en nuevas ideas revolucionarias.
- Los inversores en ideas de nuevos paradigmas deben actuar con cautela, ya que los precios pueden inflarse demasiado a base de bombo y platillo. Cuando la realidad se impone, el valor real de la empresa o empresas puede ser significativamente inferior a su precio máximo de cotización.
Entender un nuevo paradigma
Los inversores pueden ver cómo se desarrollan los nuevos paradigmas ante sus ojos al observar las acciones de las empresas que están en la frontera de la innovación. Una acción puede dispararse por su forma revolucionaria de hacer las cosas.
Los inversores deben ser conscientes, sin embargo, de que no todos los nuevos paradigmas resultan o acaban bien. Mientras que empresas como Amazon Inc. (AMZN) -que vio la demanda de compras por Internet y la capitalizó- tuvieron un gran éxito, no todas las empresas lo tienen. El sector farmacéutico está lleno de empresas «a punto» de hacer grandes descubrimientos que podrían cambiar el mundo o el sistema sanitario, pero muchos de los fármacos o tratamientos que fabrican nunca salen de la fase de desarrollo. Sus acciones pueden (o no) subir por la demanda especulativa, para luego volver a caer al punto de partida, o más abajo.
Los inversores que apuestan por las empresas que realmente inician un nuevo paradigma, o capitalizan un nuevo paradigma, pueden ganar mucho dinero a largo plazo, pero encontrar esas empresas no siempre es fácil. Estas empresas suelen ser muy especulativas, tienen ganancias negativas y son incomprendidas en sus primeras etapas. Sólo en sus etapas posteriores, una vez que el precio de la acción ha subido significativamente, la mayoría de los inversores se dan cuenta y empiezan a saltar sobre ella. Esto puede crear mucha volatilidad, lo que dificulta que los inversores se queden con las acciones a largo plazo.
Entre 1997 y 2009, las acciones de Amazon tuvieron siete caídas del 60% o más, y las acciones cayeron un 95% entre 2000 y 2001. Inicialmente, las acciones cayeron un 46% después de la oferta pública inicial (OPI), luego se recuperaron desde un mínimo de 1,31 dólares y nunca han vuelto a ver ese precio. Algunos de los primeros inversores pueden haber obtenido grandes beneficios, pero probablemente se habrían visto sacudidos por las numerosas y severas caídas mucho antes de que el precio de las acciones eclipsara los 2.000 dólares en 2018.
Mientras que Amazon prosperó al salir de la crisis de las puntocom (2000 a 2002) -que se basaba en el nuevo paradigma de Internet-, muchos de los otros valores de «Internet» no lo hicieron. Más del 50% de las empresas puntocom quebraron, y el 48% que sobrevivió hasta 2004 lo hizo con precios de las acciones significativamente más bajos. La mayoría de las empresas tardaron muchos años en recuperar los precios de las acciones que se produjeron en el año 2000, y muchas siguen cotizando muy por debajo de esos niveles. El precio de las acciones de Amazon no superó su máximo del año 2000 hasta 2016.
Los nuevos paradigmas suelen ir seguidos de un ajuste de cuentas porque los inversores sobrestiman lo que va a cambiar. Suben demasiado las valoraciones, y los precios caen significativamente cuando la realidad se impone. En última instancia, las empresas tienen que producir beneficios para justificar los altos precios de las acciones. Si las empresas no pueden generar beneficios, por muy novedosa que sea su idea o producto, los inversores acabarán recelando y abandonarán las acciones.
The Harvard Business Review publica a menudo artículos que ahondan en los cambios de paradigma o en los nuevos paradigmas del mundo empresarial y de la inversión. Por ejemplo, «You Don’t Have to Choose Between Fast, Cheap or Good. Instead, Change the Paradigm» (abril de 2018) plantea que, en lugar de comprometerse entre dos de los tres valores anteriores, los líderes deberían centrarse en optimizarlos todos. Siendo creativos, utilizando datos y modelando el comportamiento de la puesta en marcha, los autores del artículo sostienen que los líderes deberían ser capaces de repensar la forma en que hacen concesiones. Las nuevas formas de pensar, como ésta, pueden ayudar a los inversores a enmarcar diversos retos, como qué activos o clases de activos seleccionar para una cartera.
Ejemplos del mundo real de los nuevos paradigmas
El término «nuevo paradigma» se convirtió en una frase muy utilizada en la década de 1990, ya que las empresas de marketing y los negocios empezaron a utilizar el término para casi cualquier nuevo producto o campaña. Se utilizó especialmente durante los años del boom de las puntocom. A veces, parecía que todo lo relacionado con Internet se describía como un «nuevo paradigma» o un «cambio de paradigma».
Los años de finales de la década de 1990 se caracterizaron por el alto vuelo de las acciones tecnológicas que acabaron por desplomarse. De 1995 a 2000, el índice NASDAQ, dominado por la tecnología, pasó de estar por debajo de los 1.000 puntos a superar los 5.000 puntos. Las empresas tecnológicas se convirtieron en un nuevo paradigma para los inversores y analistas, ya que sus productos y modos de pensar tenían la capacidad de cambiar fundamentalmente la forma en que las empresas funcionaban y crecían. Sin duda, Internet cambió las cosas, pero los inversores valoraron inicialmente las empresas demasiado alto. Su valor real, en ese momento, era considerablemente inferior a los precios máximos a los que los inversores llevaron a estas empresas.
La Gran Recesión también proporcionó un nuevo paradigma para muchos inversores, ya que la noción de buscar y apoyar inversiones más sostenibles pasó a primer plano. Para algunos inversores y gestores de activos se hizo importante tener en cuenta los factores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) a la hora de invertir. Como se hizo evidente con la burbuja y la crisis inmobiliaria, los instrumentos financieros complejos como los valores respaldados por hipotecas sin activos subyacentes sólidos resultaron desastrosos.