Las micobacterias son bacterias grampositivas, inmóviles y de crecimiento lento, con un alto contenido de G+C genómico (61-71%). Debido a sus características especiales de tinción al microscopio, que está mediada por el ácido micólico de la pared celular, se denominan acidorresistentes. Esta es también la razón de la resistencia de las micobacterias.
Las micobacterias pueden dividirse en tres grupos:
- Complejo Mycobacterium tuberculosis – patógeno causante de la tuberculosis
- Micobacterias no tuberculosas (MNT)
- Mycobacterium leprae – patógeno causante de la lepra
Complejo Mycobacterium tuberculosis
Los patógenos que causan la tuberculosis son micobacterias que pertenecen al complejo M. tuberculosis. Este complejo comprende las siguientes especies:
- M. tuberculosis
- M. bovis (subespecie bovis y caprae)
- cepa vacunal M. bovis BCG (Bacille Calmette-Guérin)
- M. africanum
- M. canettii
- M. microti
- M. pinnipedii
Estas especies, a excepción de M. bovis BCG, se consideran causantes de la tuberculosis (TB) en humanos y animales. A pesar de su gran similitud genética, estos organismos difieren considerablemente en lo que respecta a la epidemiología, la patogenicidad y su espectro de huéspedes.
M. tuberculosis se considera la principal causa de la tuberculosis en los seres humanos.
En 1882, el médico y microbiólogo alemán Robert Koch descubrió que M. tuberculosis era el patógeno causante de la tisis. A partir de este descubrimiento, se pudo mejorar considerablemente el diagnóstico de la enfermedad. Koch publicó sus hallazgos el 24 de marzo de 1882 en la Sociedad de Fisiología de Berlín. Por ello, el 24 de marzo se conoce ahora como el Día Mundial de la Tuberculosis, iniciado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Las infecciones de tuberculosis suelen provenir de pacientes que padecen una tuberculosis pulmonar activa y, por tanto, infecciosa. Los agentes patógenos se transmiten por gotitas a través del aire al toser o estornudar. El riesgo de infección aumenta con las malas condiciones de higiene y en zonas densamente pobladas. Como los patógenos infectan las células del sistema inmunitario, los llamados macrófagos, especialmente los bebés y las personas inmunodeprimidas están en riesgo. En la mayoría de los casos, el sistema inmunitario consigue combatir las bacterias o encapsularlas. Las micobacterias pueden entonces persistir en el cuerpo durante varios años como tuberculosis latente sin causar ningún síntoma. No se puede predecir cuándo y si se produce la reactivación. Aunque todos los órganos pueden verse afectados, la enfermedad se manifiesta como tuberculosis pulmonar en el 80% de los pacientes.
M. bovis es la principal causa de la tuberculosis bovina. Puede transmitirse al ser humano por el consumo de leche no pasteurizada o, en raros casos, por la inhalación del polvo de los establos. Hoy en día esta infección es bastante rara en Europa central, ya que la población bovina está en gran medida libre de tuberculosis.
M. bovis puede dividirse en dos subespecies, M. bovis subsp. bovis y M. bovis subsp. caprae. Mientras que esta última es sensible a la pirazinamida (PZA), M. bovis subsp. bovis es resistente.
La cepa de la vacuna BCG, que se desarrolló a partir de M. bovis, apenas se utiliza hoy en día en la mayoría de los países europeos porque su eficacia no está clara, los efectos secundarios son frecuentes y la situación epidemiológica no requiere la vacunación. No obstante, la OMS sigue recomendando la vacunación con BCG para los niños menores de un año en los países de alto riesgo.
Un grupo heterogéneo de cepas que se encuentra principalmente en África y que causa exclusivamente la tuberculosis en los seres humanos, se denomina M. africanum. M. canettii se ha aislado principalmente en pequeños roedores, mientras que M. pinnipedii se ha detectado en focas. En muy raras ocasiones se encontró que estos patógenos causaban tuberculosis en humanos.
La tuberculosis
se encuentra en todo el mundo y, aparte del VIH/SIDA y la malaria, es una de las enfermedades infecciosas más frecuentes. Según estimaciones recientes, un tercio de la población mundial está infectada de tuberculosis. Según la OMS, cada año más de nueve millones de personas se infectan con tuberculosis y alrededor de dos millones mueren a causa de ella. Alrededor del 95% de todos los nuevos pacientes infectados viven en países en desarrollo. El hecho de que cada vez surjan micobacterias más resistentes y de que sean frecuentes las coinfecciones con el VIH dificulta aún más la lucha contra la tuberculosis.
Hay cuatro parámetros importantes para la contención de la tuberculosis:
- Diagnóstico precoz
- Prevención de la propagación de la enfermedad
- Tratamiento eficaz con antituberculosos
- Prevención del desarrollo de resistencias
Micobacterias no tuberculosas
El grupo de las micobacterias no tuberculosas (MNT), antes llamado micobacterias atípicas o ubicuas, contiene más de 150 especies. Las MNT se encuentran de forma ubicua en la naturaleza y muestran una amplia diversidad en cuanto a los lugares en los que se pueden encontrar y a su adaptación a determinadas condiciones ambientales. Pueden detectarse en el suelo, el agua subterránea y el agua potable, así como en alimentos como la leche o el queso pasteurizados. En general, los MNT son menos patógenos. Sin embargo, pueden causar enfermedades en los seres humanos, especialmente en personas inmunodeprimidas o que padecen enfermedades pulmonares previas.
El complejo M. avium (MAC) comprende las especies M. avium y M. intracellulare que se encuentran entre los NTM patógenos más importantes y frecuentes. Al igual que M. kansasii, M. malmoense y M. xenopi causan principalmente infecciones pulmonares. M. marinum es responsable de infecciones de la piel y los tejidos blandos, como el granuloma de acuario. Normalmente, los pacientes han estado en contacto con un acuario.
El diagnóstico de NTM suele ser difícil. La decisión de si una infección requiere tratamiento sólo puede tomarse cuando se detecta el mismo patógeno en diferentes muestras de un mismo paciente.
Los MNT pueden cultivarse en medios de cultivo líquidos y sólidos comunes. Según su velocidad de crecimiento y producción de pigmentos, se clasifican en 4 grupos (clasificación de RUNYON):
Grupo I: fotocromógenos (cepas que producen pigmentos bajo la influencia de la luz), NTM de crecimiento lento (por ejemplo, M. kansasii, M. marinum)
Grupo II: fotocromógenos (cepas que producen pigmentos incluso en la oscuridad), NTM de crecimiento lento (por ejemplo, M. scrofulaceum, M. gordonae)
Grupo III: no cromógeno (las cepas no producen pigmentos), MNT de crecimiento lento (por ejemplo, M. avium, M. haemophilum)
Grupo IV: MNT de crecimiento rápido (por ejemplo, M. abscessus, M. haemophilum).p. ej. M. abscessus, M. chelonae)
Actualmente las MNT se clasifican según su velocidad de crecimiento y se dividen en micobacterias de crecimiento lento (SGM) y de crecimiento rápido (RGM). Pertenecen al grupo RGM si en condiciones ideales crecen en menos de siete días y al grupo SGM si necesitan más de siete días para crecer.
No existe una terapia estándar para el tratamiento de las infecciones por MNT. La terapia depende siempre de la especie respectiva y de sus resistencias a los antibióticos.
En las últimas décadas se ha observado un aumento del número de infecciones por MNT en todo el mundo, pero especialmente en países con baja prevalencia de tuberculosis. Por lo tanto, un diagnóstico fiable proporciona la base para una terapia exitosa.
La lepra
La lepra es una enfermedad infecciosa crónica que está causada por Mycobacterium leprae. La bacteria («bacilo de Hansen») fue descrita por primera vez en 1873 por el médico noruego Gerhard H. Armauer Hansen. Debido a su lento ritmo de proliferación, con un tiempo de generación de 10 a 14 días, el periodo de incubación puede durar varios meses o incluso años. Para infectarse hay que estar en estrecho contacto con un paciente. Aunque el mecanismo exacto de transmisión no está claro, se sospecha de la infección por gotitas. Sólo el 5% de las personas pueden desarrollar la lepra, el resto es genéticamente inmune. No obstante, pueden convertirse en portadores e infectar a otra persona.
La mayoría de las infecciones de lepra no presentan hallazgos patológicos y se curan espontáneamente. Según las directrices de la OMS, la lepra puede dividirse en paucibacilar (tuberculoide) y multibacilar (lepromatosa). La primera progresa lentamente y puede tratarse fácilmente. La segunda forma, más infecciosa, se caracteriza por una rápida progresión de la enfermedad debido a la fuerte proliferación de bacterias y se manifiesta con úlceras en las manos, los pies, las orejas o la cara.
En general, la lepra es curable. Sin embargo, si la enfermedad se diagnostica demasiado tarde, las vías nerviosas pueden resultar dañadas de forma irreversible. Como la lepra puede tratarse, está casi extinguida en los países que ofrecen una buena atención sanitaria. En cambio, en muchos países en vías de desarrollo la enfermedad sigue siendo un grave problema sanitario. Los enfermos de lepra también se enfrentan a problemas sociales que van de la mano de la enfermedad. Además, el tratamiento es cada vez más difícil, ya que las resistencias a los antibióticos son cada vez más frecuentes en los últimos años.
La lepra se diagnostica según los síntomas clínicos y mediante diagnósticos de laboratorio. Por desgracia, M. leprae no puede cultivarse como otras micobacterias. El cultivo y las pruebas de resistencia sólo tienen éxito en modelos animales y tardan aproximadamente un año. Además, el diagnóstico microscópico de los frotis cutáneos o nasales suele ser difícil, ya que las muestras dan falsos negativos en el 70% de los casos. Por lo tanto, la detección del ADN bacteriano en los frotis cutáneos mediante la PCR suele ser el método de elección.
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