El Porfiriato, 1876-1910
Las condiciones económicas propicias no recibieron a Porfirio Díaz al llegar al poder en 1876. México seguía cargando con una enorme deuda externa y una tesorería vacía. A un ejército de burócratas se le debían salarios atrasados, el país tenía una mala calificación crediticia internacional y los persistentes déficits por cuenta corriente causaban graves problemas en la balanza de pagos. La inversión, tanto extranjera como nacional, era escasa, y la industria minera aún no se había recuperado de las guerras revolucionarias. Las relativamente pocas minas que funcionaban en 1876 se explotaban de forma aleatoria, y las técnicas de extracción y fundición eran arcaicas. Sólo se habían tendido unos pocos kilómetros de ferrocarril, el transporte y las comunicaciones eran rudimentarios, y las instalaciones portuarias eran ruinosas e inseguras. La violencia rural endémica obstaculizaba aún más el comercio.
Durante sus primeros cuatro años en el cargo, Díaz comenzó a abordar el atraso económico. Primero decretó medidas severas contra el contrabando que atravesaba la frontera con Estados Unidos. Los contrabandistas y los bandidos cruzaban la frontera desde ambos lados, pero Díaz no permitía que las tropas de Estados Unidos entraran en México en busca de ellos. En su lugar, amplió la patrulla fronteriza mexicana. En 1877, Díaz aceptó condonar 4 millones de dólares en reclamaciones de ciudadanos estadounidenses contra México.
En 1880, al final de su mandato y a pesar de los deseos de sus seguidores, Díaz dejó el cargo. El siguiente presidente, Manuel González, continuó el programa de modernización de Díaz. Las líneas telegráficas comenzaron a funcionar y la construcción de ferrocarriles se mantuvo al ritmo. En un intento por cumplir con sus obligaciones de deuda externa, González retuvo los salarios de los funcionarios del gobierno, una medida que condujo a una dura campaña contra el presidente.
Durante el mandato de González, Díaz reunió un gran número de seguidores que lo restauraron en el cargo en 1884. El positivismo mexicano, encarnado en el lema «orden y progreso», fue la columna vertebral del esquema de modernización apoyado por loscientíficos, seguidores intelectuales de Barreda. Encabezados por José Ives Limantour, quien fungió como asesor de Díaz, los científicos desarrollaron un plan de recuperación económica que se llevaría a cabo durante los siguientes veintisiete años delPorfiriato.
Modernización Porfiriana
La estrategia de Díaz de crecimiento orientado a la exportación condujo a la rápida integración de México a la economía mundial. El programa de modernización se basó en la explotación de los recursos naturales del país, utilizando mano de obra nacional barata y capital y tecnología extranjeros para la producción de exportación.
El capital extranjero impulsó el crecimiento dinámico, y una red ferroviaria en expansión promovió la agricultura, la manufactura y la minería de exportación. Los productos agrícolas y ganaderos de exportación se ampliaron para incluir ganado y pieles de ganado, café, algodón, henequén, azúcar, vainilla y chicle. Los ferrocarriles permitieron la explotación de nuevas tierras en el norte para el cultivo del algodón y permitieron a México duplicar su producción de algodón entre 1887 y 1910.
El régimen de Díaz fomentó la industria manufacturera a través de incentivos a la exportación, altos aranceles protectores sobre los productos manufacturados extranjeros, bajos costos de transporte y la abolición del impuesto a las transacciones comerciales. El número de empresas industriales -la mayoría de ellas fuertemente respaldadas por inversionistas estadounidenses, franceses, alemanes y británicos- creció rápidamente, y el volumen de productos manufacturados se duplicó entre 1877 y 1910.
Los ferrocarriles también contribuyeron al resurgimiento de la minería porque proporcionaron el único medio factible para transportar enormes cantidades de mineral. Las reformas legales de 1884 redujeron los impuestos sobre la minería y permitieron la propiedad extranjera de los recursos del subsuelo, estimulando un gran aumento de la inversión estadounidense y europea en las minas mexicanas.
La sociedad bajo el Porfiriato
Irónicamente, el éxito económico de México durante el Porfiriato tuvo consecuencias sociales negativas. Aunque la economía creció a una tasa media anual del 2,6%, el ingreso real per cápita sólo se había recuperado hasta los niveles anteriores a 1821 en 1911.Después de 1900 el desempleo aumentó a medida que la mecanización desplazaba a los artesanos más rápidamente que los trabajadores no cualificados eran absorbidos por las nuevas empresas productivas.Además, los activos reales y financieros se concentraron cada vez más en las manos de unos pocos inversores locales y extranjeros.
El campesinado rural soportó la mayor parte del coste de la modernización. La confiscación de tierras privadas y comunales por parte del gobierno aumentó la población rural sin tierra y condujo a una mayor concentración de la propiedad de la tierra. Aprovechando una ley de tierras de 1883 que pretendía fomentar la inversión extranjera, en 1888 las compañías terratenientes se habían hecho con la posesión de más de 27,5 millones de hectáreas de tierras rurales. En 1894, estas empresas controlaban una quinta parte del territorio total de México. Para 1910 la mayoría de los pueblos habían perdido sus ejidos, unos pocos cientos de familias ricas poseían unos 54,3 millones de hectáreas de las tierras más productivas del país, y más de la mitad de todos los mexicanos rurales trabajaban en las enormes haciendas de estas familias.
El programa de modernización también se llevó a cabo a costa de la libertad personal y política. Díaz se aseguró de mantener el «orden» a toda costa en aras del «progreso». Se utilizó la fuerza siempre que fue necesario para neutralizar a los opositores al régimen. La libertad de prensa era inexistente. El ejército y los rurales se convirtieron en las fuerzas de represión para elmantenimiento de la paz porfiriana durante el Porfiriato. Se celebraron elecciones simuladas en todos los niveles de gobierno, mientras Díaz nombraba a sus leales amigos como jefes políticos. A pesar de la modernización, México siguió siendo un país predominantemente pobre y rural, y la estratificación de clases se afianzó.
La riqueza que fluyó hacia las zonas urbanas durante el Porfiriato fomentó el crecimiento de una clase media urbana de trabajadores de cuello blanco, artesanos y empresarios. La clase media tenía poco uso de lo mexicano, pero en cambio se identificó fuertemente con los modales y gustos europeos adoptados por la clase alta urbana. La emulación de Europa fue especialmente evidente en las artes y en la arquitectura, en detrimento de las formas de expresión cultural autóctonas. La identificación de la clase media urbana con los valores europeos promovidos por Díaz agravó aún más el cisma entre el México urbano y el rural.
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