Las vastas ruinas de la antigua ciudad romana de Hippo Regius, también conocida como Hippone, se encuentran entre las más evocadoras de Argelia, extendidas en un terreno ondulado, lleno de flores, romero, olivos, pájaros y ovejas, y dominadas por la imponente Basílica de San Agustín, de la época colonial.
Se entra por lo que fue el paseo marítimo, cuyas aguas han retrocedido varios cientos de metros a lo largo de los milenios. El barrio cercano a la entrada y al paseo marítimo era residencial y se pueden visitar los restos de varias villas, sus patios marcados por columnas y algunos de los muros y suelos aún visibles. Las llamadas Villa del Laberinto y Villa del Procurador son las más impresionantes. Aquí también se encuentran los restos de las termas meridionales más pequeñas.
El camino continúa hasta el barrio cristiano, donde todavía se puede trazar el contorno de la gran basílica de 42 metros de largo, especialmente su ábside central, que inusualmente está orientado al norte, mientras que sus suelos todavía están cubiertos de mosaicos. Es posible que ésta fuera la basílica en la que San Agustín fue obispo – la fecha es correcta, pero no hay ninguna otra prueba que demuestre esta posibilidad.
Un camino de enormes losas de pavimento, colocado sobre desagües, conduce al mercado (un diá central aquí es donde se vendían los esclavos) y luego al foro. Tiene 76 m por 43 m, y algunas de sus columnas de 3,6 m de altura siguen intactas. El foro estaba rodeado por una columnata, varios santuarios pequeños, una fuente en el extremo norte y letrinas en el sur. En el centro se encontraba el antiguo capitolio y varias estatuas (de las que no queda nada), y más allá hay una inscripción de uno de los benefactores de la ciudad, C Paccius Africanus, nombrado procónsul en el año 78 d.C. por el emperador Vespasiano.
Hay muchas otras ruinas aquí y más allá de la valla y se puede divertirse explorando los prados en busca de antiguas murallas, parches de mosaicos o tal vez el maltrecho teatro (cerca de la carretera que lleva a la Basílica de San Agustín).
En el museo de Annaba se suele disponer de guías del lugar, pero la mayoría no habla nada de inglés.