El derecho a morir

Introducción
El Tribunal abordó por primera vez la cuestión del derecho a morir en el caso Cruzan v.Director, Missouri Department of Health, de 1990. En el caso Cruzan, el Tribunal consideró si Missouri podía insistir en la prueba «clara y convincente» del deseo de una paciente en coma de poner fin a su vida antes de permitir que se cumpliera el deseo de su familia de desconectar la sonda de alimentación. Aunque nueve jueces -sólo Scalia discrepó- concluyeron que el derecho a morir era una libertad protegida por la Cláusula del Debido Proceso, una escasa mayoría del Tribunal apoyó la insistencia del Estado en una prueba clara y específica de que la paciente deseaba que se le interrumpiera la alimentación intravenosa. La decisión del caso Cruzan dio lugar a una gran cantidad de «testamentos vitales» que expresan claramente el deseo de una persona de interrumpir el tratamiento o la alimentación en determinadas circunstancias. (Más tarde, se descubrieron pruebas adicionales de los deseos de Nancy y se interrumpió la alimentación, lo que provocó su muerte).

Siete años más tarde, el Tribunal se enfrentó de nuevo a cuestiones relacionadas con el derecho a morir en dos casos de impugnación de leyes que penalizaban el suicidio asistido por médicos. Los tribunales inferiores en cada caso, uno relacionado con una ley del estado de Washington y otro con una ley de Nueva York, consideraron que las leyes eran inconstitucionales, al menos en lo que respecta a su aplicación (la decisión del 9º Circuito se basó en el derecho a la intimidad, y la decisión del 2º Circuito en la protección de la igualdad). El Tribunal Supremo revocó en ambos casos, considerando que las leyes eran constitucionales. Aunque el Tribunal interpretó que Cruzanas reconocía el derecho a rechazar un tratamiento médico, no encontró ninguna base constitucional para el derecho al suicidio asistido. Tres jueces en opiniones concurrentes (O’Connor, Breyer, Stevens) indicaron que podrían estar dispuestos a aceptar «desafíos más particularizados» a tales leyes, como -por ejemplo- un desafío aplicado a la negativa de un estado a ayudar a un paciente terminal con dolor severo a poner fin a su vida.

En 2006, en Gonzales contra Oregón, el Tribunal decidió otro caso de derecho a la muerte, aunque este se basó principalmente en motivos de derecho administrativo, no en motivos constitucionales. Por 6 votos a favor y 3 en contra, el Tribunal dictaminó que el fiscal general Ashcroft se excedió en sus facultades en virtud de la Ley de Sustancias Controladas cuando amenazó con procesar a los médicos de Oregón que prescribían fármacos letales en virtud de la Ley de Muerte Digna de ese estado. Escribiendo para la mayoría, el juez Kennedy concluyó que la regulación de las prácticas médicas era principalmente una tarea de los estados y que Ashcroft no reconoció «los principios de fondo de nuestro sistema federal».»


Nancy Cruzan

Bill Colby, que representó a la familia Cruzan en sus esfuerzos por interrumpir la alimentación de Nancy, ha escrito un excelente libro, Long Goodbye:TheDeaths of Nancy Cruzan, sobre este triste caso y sus trágicas consecuencias.

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