Pruebas reglamentarias
Las pruebas reglamentarias son pruebas estandarizadas diseñadas para comprobar si los medicamentos, productos químicos (incluyendo pinturas, tintes, tintas, productos petrolíferos, disolventes, alquitranes y materiales de desecho), cosméticos y otros productos son seguros para su uso, y que cumplen su función de forma eficaz.
En estos experimentos, se obliga a los animales a comer o inhalar sustancias, o se les frota en la piel o se les inyecta en el cuerpo. A continuación, los animales son sometidos a más controles y pruebas antes de ser casi siempre sacrificados, para que los investigadores puedan observar los efectos en sus tejidos y órganos.
Cruelty Free International está presionando con éxito a las empresas y a los organismos reguladores para que reduzcan el número de animales utilizados en este tipo de pruebas. Estamos animando a los reguladores a eliminar de la legislación y las directrices las pruebas que ya no son necesarias, y a adoptar alternativas científicamente validadas.
Sin embargo, los avances siguen siendo lentos y hay que hacer mucho más. Se siguen utilizando miles de animales en todo el mundo para pruebas que ya tienen alternativas disponibles. Por ejemplo, solo en el Reino Unido se llevaron a cabo 123 crueles pruebas de irritación cutánea Draize y 40 de irritación ocular Draize en conejos en 2018, a pesar de que existen alternativas validadas y más relevantes para los humanos.
Las pruebas de carcinogenicidad utilizan 400 ratas o ratones a los que se alimenta con una sustancia para ver si desarrollan cáncer. Estas pruebas duran dos años, cuestan 1 millón de euros cada una y han demostrado ser muy poco fiables.