Abril 04, 2016
Obviamente, este mundo podría beneficiarse mucho de más bondad y compasión, porque francamente, vivimos en tiempos bastante egocéntricos. La gente amable trae mucha luz a los lugares oscuros de este mundo, ayudando a elevar la vibración del planeta. Sin embargo, a veces la amabilidad y el cuidado pueden llevarse al extremo opuesto del espectro, donde se convierte en algo casi autodestructivo en lugar de útil.
Debes preocuparte por los demás, por supuesto, pero no cuando se hace a expensas de tu propio bienestar y felicidad.
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En el momento en que empieces a poner las necesidades de los demás por encima de las tuyas, la gente empezará a notarlo, y esperará el trato real de ti a toda costa. Tener una columna vertebral no significa que no sientas simpatía por los demás; significa que has logrado un equilibrio perfecto entre cuidar de la gente y atender tus propias necesidades. No pasa nada por decir que no a veces si te sientes agobiado o simplemente no estás de acuerdo con los demás: tienes todo el derecho a defenderte sin que te tachen de cruel e insensible.
Si no crees que tu opinión o tu bienestar importan, la gente empezará a tratarte como un felpudo. Si no crees en tu valor, la gente te pisoteará. Es importante recordar que tienes la obligación de cuidar de ti mismo en primer lugar, porque nadie más desempeñará ese papel por ti.
Oculta tu opinión por miedo a que los demás te rechacen.
El comportamiento de complacer a la gente comienza en la infancia, cuando los padres elogian a un niño por obedecerles pero le disuaden de hacerse valer, según Jay Earley, autor de Finding Your Life Purpose. Los niños impresionables perciben esto como una amenaza, porque creen que para sentirse queridos deben complacer a los demás y hacer lo que se les dice. De lo contrario, serán rechazados y regañados por darse cuenta de que sus propias necesidades no han sido satisfechas al seguir ciegamente las órdenes de los demás.
Así que, debido a este comportamiento aprendido, probablemente sigas la opinión popular para complacer a los demás y no causar desavenencias. Esto también significa que te preocupas demasiado por lo que piensan los demás. Recuerda que a tus verdaderos amigos y a tu familia no les importará que tengas una opinión diferente a la de ellos, porque dos personas no pueden estar de acuerdo en todo todo el tiempo. Recuerda que las reacciones de los demás no tienen nada que ver contigo, así que no te responsabilices de ellas. Nunca deberías tener que doblegarte para complacer a los demás a expensas de tu propio bienestar.
Pones las necesidades de los demás por encima de las tuyas.
Quizás éste sea el aspecto más agotador y triste de ser una persona verdaderamente bondadosa. Algunas personas sólo te verán como un medio para un fin, o una herramienta para cumplir un objetivo en su libro de cuentos si continuamente les das la idea de que harás cualquier cosa por ellos a cualquier precio. Ser amable a veces parece más una maldición que una bendición, pero recuerda que la gente no puede aprovecharse de ti a menos que tú lo permitas.
Asegúrate de establecer límites claros con la gente y hazles saber cuándo han cruzado la línea. Puedes aprender a decir que no sin parecer maleducado y poco cariñoso; al fin y al cabo, si tú no cuidas de ti mismo, ¿quién lo hará?
No te das suficiente amor propio.
Cuando dedicas todo tu tiempo a cuidar de los demás, puede que pases de ti mismo para recibir una buena dosis de cariño. Asegúrese de avisar a los demás cuando no pueda incluir algo en su agenda; comprométase sólo con las obligaciones que esté seguro de poder cumplir. Te mereces tanto amor y atención como los demás; de hecho, si no te cuidas lo suficiente, puedes caer fácilmente en un estado de desorden y depresión. Dedica tiempo a ayudar a los demás, pero no olvides cuidar también de ti mismo.
«Tú mismo, tanto como cualquiera en todo el universo, mereces tu amor y tu afecto». – Buda
Atraes a tu vida a personas necesitadas y desesperadas.
Recuerda que en este universo, lo semejante atrae a lo semejante, así que no es de extrañar que ser excesivamente amable atraiga a quienes también buscan la atención de los demás. En cierto modo, convertirse en un felpudo para los demás es egoísta, porque en el fondo, buscas que los demás llenen un vacío que tú mismo no has llenado. No has descubierto tu verdadera autoestima, por lo que tampoco es posible que los demás la reconozcan.
Asegúrate de dedicar tiempo a desarrollarte a ti mismo y a practicar la asertividad cuando lo necesites; de este modo, podrás empezar a atraer a personas que también sean amables, pero que no exijan tu amor y tu afecto.