Fotografía: Kiyoshi Ota/Bloomberg
Aunque 2016 tuvo su parte de caos, también produjo algunas investigaciones sobresalientes sobre ciencia del cerebro y psicología. Esta lista no pretende ser exhaustiva (y no está en ningún orden en particular), sino que es más bien una recopilación de grandes estudios cubiertos aquí en Neuropsyched. También es un adelanto de lo que vendrá en el nuevo año para varios temas: la depresión, el sueño, la marihuana, el estrés y la memoria, entre ellos.
Los compuestos de la marihuana se muestran prometedores contra el Alzheimer
Los investigadores del Instituto Salk descubrieron en 2016 que el principal compuesto psicoactivo de la marihuana -el tetrahidrocannabinol (THC)- y algunos otros compuestos activos eliminan las proteínas beta amiloides de las neuronas cultivadas en laboratorio. El amiloide es la proteína tóxica que se sabe que se acumula en los cerebros de los pacientes con Alzheimer. Los compuestos también redujeron significativamente la inflamación celular en el cerebro, un factor subyacente en la progresión de la enfermedad. Aunque preliminar, la investigación es un ejemplo de lo que se puede ganar estudiando los efectos potenciales de los compuestos de la marihuana, y por qué es vital que mantengamos la puerta de la investigación abierta. Sin duda, habrá más información al respecto en 2017.
La capacidad de tu cerebro es 10 veces mayor de lo que se pensaba
Atribuimos a nuestro cerebro una gran capacidad de almacenamiento y poder de procesamiento, pero una investigación de 2016 insinuó que no hemos estado ni cerca de estimar su capacidad real. El estudio demostró que el cerebro humano tiene al menos tanta capacidad como toda la World Wide Web (eso es unas diez veces más de lo que se pensaba), y podría resultar ser más. Se trata de la asombrosa capacidad de cálculo de las sinapsis, los puntos de unión entre las neuronas, que cambian de tamaño y forma con más frecuencia y variación de lo que se creía hasta ahora, y es esa asombrosa flexibilidad la clave de nuestros vastos recursos neuronales. En palabras del coautor del estudio, Terry Sejnowski, «se trata de una auténtica bomba en el campo de la neurociencia».
Los analgésicos podrían empeorar el dolor crónico
En la categoría de consecuencias no deseadas, un estudio demostró que sólo cinco días de tratamiento con morfina en ratas provocaban un dolor crónico que se prolongaba durante varios meses al provocar la liberación de señales de dolor de las células del cerebro y la médula espinal. Si los resultados son válidos para los humanos, ayudarían a explicar el círculo vicioso del consumo de opiáceos con receta. Los fármacos adormecen el dolor a nivel superficial, pero por debajo de la superficie pueden estar alargando el tiempo en que el paciente experimenta el dolor, prolongando así la duración del consumo de los fármacos. Dado que la adicción a los opioides puede comenzar después de un período relativamente corto de tiempo, es fácil ver cómo este efecto podría estar contribuyendo a la epidemia de adicción a los analgésicos que se ha estado construyendo durante los últimos 15 años.
Por qué la dependencia del azúcar es un hábito tan difícil de romper
Investigaciones realizadas en 2016 deconstruyeron cómo los hábitos reconstruyen el cerebro, con una en particular mostrando que las señales neuronales de «stop» y «go» se invierten por la exposición habitual al azúcar. Al igual que la adicción a las drogas, la dependencia del azúcar cambia la forma en que el cerebro controla las señales eléctricas relacionadas con la búsqueda de una recompensa o con el freno de la misma. La implicación es que los antojos de azúcar no son sólo una cuestión de apetito, sino el resultado de cambios cerebrales provocados por la exposición habitual a una sustancia química muy adictiva. Es una prueba más de que hemos subestimado los efectos del azúcar durante demasiado tiempo. (Otro estudio del año demostró cómo la fructosa daña los genes que subyacen a la memoria.)
Se han encontrado vínculos genéticos con la felicidad y la depresión
Uno de los mayores estudios realizados hasta la fecha en busca de vínculos genéticos con el estado de ánimo encontró pruebas convincentes de que la forma en que experimentamos psicológicamente el mundo tiene raíces en el genoma. Más de 190 investigadores de 17 países analizaron los datos genómicos de casi 300.000 personas. Los resultados se centraron en un puñado de variantes genéticas relacionadas con el bienestar subjetivo, es decir, los pensamientos y sentimientos que tenemos sobre la calidad de nuestras vidas, que los psicólogos definen como un componente central de la felicidad. Se encontraron otras variantes relacionadas con la depresión y el neuroticismo. Las próximas grandes preguntas incluyen cómo estas variantes interactúan con nuestros entornos, y si la depresión puede ser revelada genéticamente antes de desarrollarse en un trastorno completo.
Primer paso hacia una píldora preventiva contra el Alzheimer
Una investigación en 2016 abrió la puerta a una eventual medicación preventiva contra el Alzheimer, y potencialmente también contra otras enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson. Científicos del Baylor College of Medicine, del Texas Children’s Hospital y de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins buscaron formas de reducir la cantidad de proteínas tóxicas que se acumulan a lo largo de los años en los cerebros de quienes posteriormente desarrollan estas enfermedades, en concreto la proteína tau que se ha relacionado fuertemente con el desarrollo del Alzheimer. La investigación supone un cambio de enfoque, ya que la mayoría de los estudios sobre el Alzheimer se han centrado en las últimas fases de la enfermedad. Sin embargo, en los últimos años, cada vez hay más pruebas que apuntan a que el Alzheimer se desarrolla a lo largo de décadas, lo que abre la posibilidad de ralentizar su progresión antes de que se produzcan daños irreversibles en el cerebro del paciente en etapas posteriores de su vida. Este estudio supone un avance definitivo en el tratamiento de una enfermedad que afecta a una de cada nueve personas mayores de 65 años.
Cómo la apnea del sueño cambia el cerebro
Aunque es difícil elegir un solo estudio de investigación sobre el sueño del año, hay uno en particular que me llama la atención porque descubrió con mayor precisión los efectos de la apnea del sueño en el cerebro. La apnea es una preocupación creciente por varios motivos, entre ellos su relación con el ictus, la depresión y los accidentes de tráfico. Este estudio demostró cómo las noches inquietas de respiración interrumpida desencadenan una montaña rusa química en el cerebro, al poner en marcha los neurotransmisores GABA y glutamato. Los resultados, comunes a los enfermos de apnea, incluyen una mayor respuesta al estrés, falta de concentración y sensación de que las emociones se tambalean en el proverbial precipicio. Habrá más información al respecto a medida que la investigación sobre el sueño continúe su ascenso.
Caminar es una medicina cerebral engañosamente sencilla
En la categoría de ciencia práctica, la investigación reforzó la importancia de simplemente dar un paseo para obtener un impulso cerebral positivo. Entre una pila de estudios que apoyan el argumento, uno de 2016 se centró en cómo caminar mejora el estado de ánimo incluso cuando no esperamos ningún efecto. Los investigadores llevaron a cabo tres experimentos con cientos de personas para averiguar si experimentaban un impulso positivo en el estado de ánimo mientras caminaban, sin saber que caminar podría ser la razón. Comprobaron que con sólo 12 minutos de caminata aumentaban la jovialidad, el vigor, la atención y la confianza en uno mismo, en comparación con el mismo tiempo que se pasaba sentado. Lo importante aquí es subrayar un punto básico: algunas de las mejores herramientas cerebrales de las que disponemos no requieren dinero, formación especial o acudir a un médico. Solo requieren moverse.
El efecto de Facebook en la forma en que el cerebro gestiona las relaciones
Mucha de la investigación psicológica sobre Facebook se ha centrado en si es un potenciador del estado de ánimo o un desencadenante de la depresión, y puedes encontrar estudios de 2016 que apoyan ambos argumentos. El estudio que me interesa más se preguntaba si Facebook está cambiando la forma en que manejamos las relaciones. En teoría, una herramienta de medios sociales que nos permite ampliar nuestro alcance a miles de personas podría permitirnos dar un giro, cognitivamente hablando, e ir más allá de las limitaciones que han mantenido los grupos sociales humanos relativamente pequeños durante siglos. O no. Tal vez dentro de unas décadas tengamos una respuesta diferente, pero por el momento parece que, a pesar de las grandes cifras de las redes sociales, nuestros cerebros siguen estando calibrados para manejar justo unas 150 relaciones generales, y un número mucho menor de relaciones estrechas. El número de Dunbar se mantiene.
Los viejos trucos de memoria siguen siendo los mejores
Por último, en la categoría de rabia contra la máquina digital, me gustó mucho un estudio de 2016 que muestra por qué los «recordatorios por asociación» (o «recordatorios basados en pistas») funcionan tan bien. Según los investigadores, se trata de una simple proximidad de tiempo y lugar, y ninguno de los trucos de memoria requiere un ordenador de ningún tipo para funcionar. El papel arrugado, los clips y los sobres bien colocados funcionan casi a la perfección. A medida que nuestras vidas se vuelven más complejas y estresantes, la ciencia práctica como ésta se vuelve más esencial.
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